domingo, 31 de enero de 2010

Me volví misántropa



Una de las cosas que simpre me habían agradado de mí era que me consideraba una persona felíz, no odiaba a nadie. Uno que otro me caía mal pero no pasaba de ahí. Bueno, eso era hasta hace dos días, dígase el viernes. Atribuyo mi prematuro misantrismo a un libro: "El Lobo Estepario".

Me puse a leerlo y empezé a tener una perpspectiva diferente del mundo, de la sociedad. De todo. Comencé a sentir aberración por todo lo que conocía, dígase gente, amigos, familia. Todo.

Me puse a pensar mil cosas, y para después de una rato me sentía como un zombie. Por mi cabeza ya no pasaba nada. Me sentía muerta, y eso no me agradaba. ¡Quería una prueba de mi vida! ¡Quería sentir algo! No precisamente amor. No. Entonces encontré mi diario, ese que hacía 9 años había hecho para una tarea por algunos años seguí escribiendo. YA hacía dos no lo hacía, y el viernes lo tomé para escribirle toodo lo que pensaba. Escribí cosas que ahora leo y no puedo creer que yo escribí. Son palabras diferentes a las que yo esperaría, o hasta hace algún tiempo lo haría. Escribia lo que se me ocurría, entre esas cosas lo que quería en esos momentos, mi odio en ese momento para la gente, a la cual consideraba en toda la extención de la palabra como superficial, y que todos éramos dependientes de todos, que nadie era "libre" como se maneja muy seguido el concepto, además de anotar una frase del libro que leía que me gustó y que hacía alusión a lo que más necesitaba en esos momento para no sentirme sólo una masa con el poder de "razonar":


"Hay que estar orgulloso del dolor, todo dolor es un
recuerdo de nuestra condición elevada"


Nietzsche


Necesitaba sentirme elevada. Necesitaba sentir dolor. Lo quería. Ya no pude leer ni escribir más y me acurruqué. Ahí me quedé dormida hasta la mañana siguiente, y desperté en la misma condición. Tenía que levantarme temprano porque tenía una cita con el oftalmólogo, así que me preparé y salí junto con mi papá y mi hermano. Había mucha gente esperando, así que nos sentamos a esperar nuestro turno. Y ahí fue donde me sentí extraña, entre bien y mal. Concentraba mi vista en un cuadro que tenía pintada la torre Eiffel, vista desde una calle del siglo XIV más o menos, con carros jalados por caballos y cosas así. Me sentí rara por las sensaciones que me transmitía. Y de pronto sentí un lago en los ojos, creo que estaba llorando. Quise contener las lágrimas y lo logré. Pasé a consulta y mi condición de odio a la gente se calmó, seguida por un dolor de cabeza.

No me explico que pasó conmigo. Simplemente no. Todo conmigo iba bien. Creo que me está haciendo mal el leer a Sócrates, Platón, y demás filófos. Creo que ya no debo seguir leyendo el libro en el que estoy. Pero creo tantas cosas, que a veces con creer no es suficiente.

Un amigo me había platicado que él a veces odiaba a la gente, y yo sólo le daba el avión. No le creía y le decía que probablemente estaba al borde del suicidio. ¿Estoy al borde del suicidio?

Simplemente sé que estoy loca, que si aumenta mi locura tal vez termine en un psiquiátrico, que si sólo fue un momento de mi vida, espero que se repita.

1 comentario:

Myself! dijo...

Es curioso, sabes? A veces pienso que estoy solo, terriblemente solo. Soy necesario para alguien? Esas ideas a veces vienen a mi cabeza. Lo que sé es algo: Sólo estás seguro de que estás vivo hasta que sangras por primera vez.